28 de enero de 2009

Reportaje


Una explosión que duró casi un año, pero de ahí no pasó

Aquel día, no recuerdo la fecha ni me interesa recordarla, fue el día en que mi vida cambió. Me levanté a las 5 de la mañana para ir a recoger la cosecha en el campo en que trabajaba; como era de costumbre, me tomé mi buena agua de panela y me fui a cumplir con mis labores desconociendo aquel aterrador escenario que el destino me tenía preparado.

Llegando por el camino de siempre, al trabajo de siempre, me encontré con una sorpresa muy desagradable, sorpresa que nadie, lo sé, nadie quisiera llevarse en la vida. Puse mi pie en el lugar del camino que no debía, en unos segundos resumí los instantes más bonitos de mi vida, el nacimiento de mis hijos, la convivencia con mi esposa y todo aquello que durante 37 años me había hecho sonreír y sentir lo que llaman: felicidad. Después de semejante estruendo que me aturdió por varios segundos, desperté incompleto, un despertar que se quisiera saber fue de un sueño, de un sueño no, de una pesadilla, pero no, todo era real, el olor al campo, al café, ese olor al que ya me había acostumbrado me hizo entrar en una cruda realidad.

A pesar de verme incompleto mi espíritu de lucha y ese no sé qué, que te hace batallar por salvar tu vida, me hizo buscar un camino para mi rescate. Entre la trocha y la selva llegué a la casa más cercana, de allí el dueño me llevó en su carro al centro hospitalario más cercano y los médicos hicieron todo lo que debían hacer para salvar lo poco que quedaba de mi pierna. Después de eso, cada día se tornó peor, mi esposa trataba de que no se viera la ausencia económica de mi trabajo, pero muchas veces en la mañana se perdió lo acostumbrado, tomar agua de panela.

Mi esposa trabajaba en un restaurante que había en el pueblo como cocinera, de las sobras traía comidita a la casa para nuestros hijos, mi sufrimiento y desesperación no era solo por mi pierna amputada, sino también por todo lo que hacía falta a raíz de la ausencia de mi pierna. En ocasiones, muchas ocasiones, tenía rabia contra el mundo, contra el Estado, contra los grupos al margen de la ley, rabia con todos, eso me ponía muy mal, porque en conclusión no tenía a nadie en sí, a quien le pudiera echar la culpa de mi desgracia.

Tiempo después, llegó alguien que hizo posible la recuperación completa de mi vida, de mi tiempo, ese alguien a quien sí le podía echar la culpa, no de lo malo que me había ocurrido, por lo contrario de algo muy bueno. Mi mujer llegó un día sonriendo como nunca, ni como cuando decidimos unir nuestras vidas, llegó con un brillo especial en los ojos me dijo que la alcaldía del municipio estaba haciendo una encuesta por los barrios y veredas para mirar personas discapacitadas, ya que una ONG venía a visitarnos y a ofrecernos un plan de recuperación. Yo no me ilusioné mucho, ya había perdido la esperanza de salir adelante, parece que el día y el instante de la explosión se hubiera prolongado y quedado esterilizado en el resto de mis días.

El día en que llegó la Handicap, quién iba a pensar que yo iba a decir bien algo en inglés, ese día me hicieron una encuesta para ver si cumplía con unos requisitos y de ahí me empezaron a orientar para que reclamara mis derechos, según la ley 418 del 97, que es la ley de las personas víctimas de las minas antipersonal. Después de encontrarme con muchas dificultades, falencias y decepciones, que es lo que se puede esperar a la hora de reclamarle algo al Estado, pude recuperarme, obtuve una prótesis, el reemplazo de mi pierna que aunque no fuera con carne y hueso servía; igualmente obtuve un tratamiento sicosocial y la ayuda necesaria para reintegrarme a la sociedad en todos los aspectos.

Gracias a la Handicap recuperé mi bienestar, mi felicidad, nunca imaginé que una ONG que llegó un día con aspecto de no ir a hacer nada, me iba a colaborar tanto, que me iba a subsidiar el transporte, la alimentación y el alojamiento. Claro que todo lo que logré no fue de un día para otro, todo trámite tiene un proceso y cada proceso lleva un trámite nuevo y eso retrasa mucho los resultados que uno quiere obtener en un día, pero tarde que temprano llegan las cosas y ahora estoy muy feliz, aspiro el aire con más fuerza y con más ganas que antes, recojo la cosecha con más energía y cada paso que doy sin tener que depender de nada ni nadie lo valoro como a un hijo, como a mi esposa o como a mi madre.

Ahora todo es normal, todo es como antes, me puedo tomar el agua de panela a la que me había acostumbrado por años, puedo salir con mis hijos y, lo más importante, puedo trabajar y valerme por mí mismo. Aunque nunca se reemplaza una pierna en su totalidad ni el daño que causó la ausencia de ésta, la prótesis con el paso de los días y de los meses hace de la vida algo más sencillo, me recuerda todas las personas, sicólogos, terapeutas, médicos, en fin, todos los que me cuidaron, apoyaron y orientaron para realizar las gestiones que se necesitaban para recibir mi ayuda.

Ahora mi pregunta es: ¿cuántas personas, víctimas de este flagelo, siguen congeladas en el día de la explosión?

Esta crónica no hubiera sido posible sin la colaboración de José Restrepo, víctima de las minas antipersonal y habitante de San Francisco, Antioquia.

Primero lo primero:

Es preciso y necesario conocer que Colombia ocupa el primer lugar en el ámbito mundial en cuanto a personas víctimas de las minas antipersonal, y es triste notificar que en este país el departamento con mayor número de eventos por minas entre 1990 y el primero de mayo, es Antioquia, con 1616 víctimas, entre civiles y militares, lo que significa un 19.7% del consolidado nacional. Hasta el primero de mayo del presente año se han registrado 25 accidentes en este mismo departamento, una causa en el aumento de esta cifra puede ser por la erradicación manual de minas que se hace en el departamento.

Tomando estas cifras como guías durante este trabajo, se puede observar que a mucha gente le ha cambiado la vida el ir caminando por sus veredas y zonas rurales. Se debe aclarar que para reclamar todos los beneficios que tienen a causa de un perjuicio deben tener certificación del evento por parte del Alcalde o personero. Ahora bien, cuando una persona sufre una lesión o lo que es lo mismo un accidente por una mina antipersonal o munición sin explotar, lo primero se debe hacer es: si muere la familia tiene derecho a reclamar una indemnización y si la persona fallecida tenía hijos menores de edad estos pueden acceder a la educación totalmente gratis. Si logra sobrevivir a este accidente – el 82% sobrevive –, lo primero que recibe es la atención en un centro de salud. Allí le controlan los diferentes síntomas, lo estabilizan y si lo requiere, lo trasladan, en el caso específico de Antioquia al Hospital San Vicente de Paúl. Los costes que implica la atención en estos centros hospitalarios son remitidos y cubiertos por el Ministerio de Protección Social. Es así como a las personas que son remitidas en este hospital se les facilita un poco la adquisición de prótesis, ya que, los médicos y diferentes especialistas están más y mejor informados sobre los derechos que tanto civiles como militares deben reclamar al ser víctimas de las MAP – Minas Antipersonal –. Uno de los grandes problemas radica en eso, en que cuando son atendidos en sus municipios, corregimientos o veredas y están fuera de peligro son remitidos a sus casas sin conocimiento de sus derechos y con un cambio total en sus vidas. Por ello la Handicap al igual y en ocasiones conjuntamente con la gobernación, realizan capacitaciones en los municipios para que eso no suceda.

Es por ese desconocimiento que muchas personas dejan pasar el plazo, aunque suene irónico, para reclamar sus derechos ante Acción Social o el Fosyga como víctimas de las MAP. Por ello, en Colombia, y especialmente en el departamento, se están llevando a cabo programas de capacitación en 46 municipios, con un presupuesto para 2008 de $821 millones financiados por la Comisión Europea y la Gobernación de Antioquia, capacitaciones que también las brindan fundaciones y entidades como la Handicap y Fundación Mi Sangre. Estas capacitaciones van dirigidas a médicos, especialistas, líderes comunitarios, alcaldes, personería, bueno a todos aquellos que de una u otra forma están involucrados con el proceso de rehabilitación de personas víctimas de minas antipersonal. La formación en este tema, busca que cualquier persona pueda guiar en todo lo que concierne a derechos, diligencias y lugares en donde pueden hacer valer sus derechos, y así, no se vayan a sus casas a enfrentar un mundo lleno de dificultades.

Es el caso de José Restrepo, quien durante seis meses más o menos tuvo que enfrentarse a un mundo nuevo, con obstáculos que pasar, con miles de barreras y precariedades por causa de su discapacidad y de la poca o nula información que poseía acerca de la ley 418 del 97. Después del proceso de atención en un centro de salud la víctima debe diagnosticársele si adquirió discapacidad o no. Si no la adquiere, la víctima puede tramitar una ayuda humanitaria por heridas leves sin incapacidad permanente. Si adquiere discapacidad, puede igual, reclamar una indemnización o ayuda humanitaria y educación para él – el afectado – o para sus hijos menores de edad. Pero antes de hacer valer lo mencionado, lo que debe reclamar es su rehabilitación integral, continua y coordinada; para esto, en el caso de Antioquia, es remitido a la ciudad de Medellín para que sea atendido por el Hospital San Vicente de Paúl y diferentes instituciones especializadas en prótesis, aceptación y la respectiva adaptación a estas.

¿Y cómo hago para llegar allí?

Cuando la persona afectada por MAP o MUSE – Munición sin explotar – se tiene que trasladar a la ciudad encuentra, no en todos los casos, una barrera y es cómo hago para llegar allí si no tengo dinero ni los medios necesarios para hacerlo. Cuando el Estado no le subsidia el transporte ni le asegura su estadía en la ciudad, en ese momento es cuando entra a jugar la Handicap y demás instituciones que, aparte de esta, están desarrollando la misma función. Esta o estas le brindan el transporte y todo lo que necesita para llegar al centro hospitalario, para que le entreguen su prótesis y le hagan la respectiva rehabilitación. La Handicap le ofrece hospedaje, y por ende alimentación, en uno de los apartamentos que tienen destinados para albergar a las personas, igualmente la gobernación ofrece hospedaje en un hogar de paso, albergue, para que se queden el tiempo necesario.

Cuando se recupera y se adapta a la prótesis, se le hace el análisis sicosocial y si pasa la prueba, la víctima puede irse a su casa. Pero el trabajo con ella no termina, el Estado le asegura inclusión social y laboral, pero en muchas ocasiones esto no se cumple y la Handicap gestiona para llevar a cabo proyectos productivos con esas personas y así son dueñas de su negocio y sobreviven día a día en este mundo que por un momento se tornaba oscuro.
Esa gestión la hacen por medio de convocatorias que se abren a la comunidad, esas propuestas son analizadas y estudiadas y quien salga beneficiada recibe los insumos para empezar con su proyecto productivo. Esta ayuda genera estabilidad en la persona discapacitada y así puede quedarse en su barrio sin ningún temor, ya que muchas veces, comenta Johanna Huertas, Coordinadora Nacional Acción Contra Minas, las personas que se presentan a la convocatoria son desplazadas y necesitan urgentemente una ayuda para adquirir la estabilidad que antes poseían en sus fincas.

¿Pero, para dónde me voy si soy desplazado?

Muchas personas víctimas de minas antipersonal tienen esta doble condición de vulnerabilidad, es el caso de Jhon Ferney Giraldo un joven de 17 años que a los 13 al ir caminando por la trocha, después de haber sido desalojado de su casa con toda su familia por la guerrilla, es víctima de una mina. Debido a la distancia que se encontraba del centro hospitalario fue atendido a las 27 horas después de sufrido el accidente, de allí es remitido al Hospital San Vicente de Paúl, recibe su prótesis y el respectivo acompañamiento para su rehabilitación. Pero mientras pasaba todo eso su familia se había instalado en el corregimiento de San Cristóbal, lugar que según cuenta Jhon Ferney no iguala su anterior hogar, no lo iguala ni en dimensiones ni en la estética. Ahora, a sus 17 años, es representante de la Fundación Mi Sangre, cuenta que se considera un “parcero” de juanes ya que este lo tiene en cuenta para muchas campañas en contra de este flagelo y le reitera, juanes, que si deja de estudiar, él le deja de hablar. Jhon Ferney además de ser el representante de esa fundación, es el encargado de convocar a la gente cuando se van a realizar programas lúdicos y de entretenimiento para esta población en especial, él es el líder en este aspecto y cuenta que es un poco difícil dirigir a las personas y que cumplan con lo que él les pide. Por otra parte, al hablar con él no se nota tristeza en sus ojos, cuenta su historia como si estuviera contando algún hecho sin importancia que ocurrió en su vida, quizás con el tiempo ha aprendido a no quedarse en el día y las consecuencias de la explosión. Lo que si se puede observar es que tratan de, en su casa de San Cristóbal, construir la finca, el paisaje y el ambiente que tenían. La persona víctima de MAP que llega desplazada a la ciudad, para poder acceder a una casa tiene que entrar en convocatorias donde entregan casas de interés social, compitiendo con personas que nada tienen que ver con explosiones y mutilaciones.

Es triste observar, aunque el Estado se esforzó por reconocer a las víctimas en un marco jurídico y político para tener bases al abordar esta problemática, que todo lo que aquí se explica, el proceso de atención, rehabilitación e inclusión, aunque suene fácil y rápido de hacer, es un proceso largo y dispendioso. Primero, porque la ayuda del Estado no llega rápidamente; segundo, porque hay poca información entre las víctimas y tercero, porque el Estado, aunque pueda parecer irónico, fija un plazo de un año para que las personas reclamen sus derechos.
Este aspecto del plazo puede tener su lado positivo y, pudo ser creado para que las personas se preocuparan y entendieran que las diligencias las tienen que hacer rápido, contrario a esta rapidez está la respuesta del Estado que puede demorar días, meses y hasta años; como es el caso de Adriana Mejía que lleva esperando una indemnización hace año y medio. Claro está que el Estado es un ente pequeño para la cantidad de personas víctimas por minas antipersonal, ya que al fijarse en la cifra inicial, 1616 víctimas sólo en el departamento de Antioquia, para atender con rapidez y exactitud a todas estas personas, incluido el resto del territorio nacional, queda realmente difícil. Por estas dificultades es que se han creado instituciones y fundaciones y han intervenido ONG’s para que se agilice tanto la propagación del conocimiento como la atención a personas víctimas de las MAP.

Es así que entidades como Handicap son una alternativa y un acompañamiento a toda la acción del Estado, acompañamiento en el que se involucra e implica, desde el proceso inicial de informar y guiar hasta el resultado final en que ve que la persona puede valerse por sí misma.