8 de junio de 2010

Restaurando viejos recuerdos

Ella nunca creyó que sería ignorada durante un período tan largo. Entre su blancura y la historia que guardaba pensó que siempre estaría en boca de los ciudadanos que, asombrados por todo lo que escondía, nunca pasarían por su lado sin dejar de mirarla y admirarla. Los bellanitas, el gentilicio para los habitantes del Municipio de Bello, ven en la Capilla Hato Viejo un espacio subutilizado y que, en estos momentos, poco o nada les aporta de manera directa.


Empezó a erguirse en 1792 y como en aquellos tiempos las construcciones avanzaban con lentitud, su belleza solo se pudo observar de manera plena en 1796. En aquel entonces, se cuenta, la población empezó a reproducirse velozmente, el número de habitantes se triplicó al llegar a 1.000 personas, distribuidas en 160 familias, dicen los anales del Municipio.

Las personas que habitaban el municipio eran de escasos recursos y, en esas mismas proporciones, sus costumbres, consecuencia de la lejanía con la cultura de la Villa y la poca presencia religiosa en este espacio. Ante esta población malacostumbrada, que poco mostraba su devoción a Dios, los párrocos y la Santa Inquisición mandaron a demoler todos los espacios que ya se habían dispuesto de forma precaria para oficiar eucaristías y, así, destinar estos lugares a construcciones que abrigaran en su interior más fieles en condiciones más atrayentes y dignas.

Es así como la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Hatoviejo, es demolida en 1788 para darle paso a la Capilla de Hatoviejo. Y es entonces cuando ésta se convierte en punto de referencia y de distribución, es a partir de ella, y de la plaza, -lo que actualmente se conoce como el Parque Santander- como se definían las distancias, se nombraba “calle arriba” o “calle abajo” de la capilla.

Ahora no es un punto central ni siquiera la gente la toma como un punto de referencia por su nombre, la mayoría dice “la iglesia blanca”, “la iglesia que no funciona”, “la iglesia vieja” en fin, con el tiempo ha perdido el valor e imponencia sobre los que alguna vez fueron sus ocupantes, su razón de ser.

Ana Elvira Franco, una mujer con la calidad y amabilidad propias de una madre y una mujer feliz, habla de la capilla con emoción. Recuerda cuando, tiempo atrás, venía a esta capilla y cuando se construyó la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario. “Pasó a un segundo plano y eso que la capilla no estaba mal, era toda blanca, con imágenes, que recuerde yo, de la Virgen del Rosario, hermosas”.

Casi siglo y medio después de construida, la corona del reinado religioso pasó a la nueva iglesia: de Nuestra Señora del Rosario, levantada al frente, aunque con cierta distancia, en una especie de muestra que el tiempo se encarga de dejarte atrás, de que llegará siempre algo nuevo y mejor, que hará que los demás te subvaloren. Aunque, en reemplazo de dicha corona, le dieron la distinción de Patrimonio Nacional de Colombia, calificativo y reconocimiento que no se logra de la noche a la mañana.

Aunque debemos resaltar, que ella no ha estado sola. Desde que llegó la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, varias personas que conformaban grupos de oración se reunían allí. Asimismo, el lado izquierdo de la capilla fue ocupado por varios niños que forman parte del comedor infantil; en el lado derecho, se instaló un grupo de artesanos que, día a día, mostraba su arte a los bellanitas. Unos y otros fueron trasladados para llevar a cabo el mejoramiento del templo.

Ahora, es consentida por todos los obreros y forma parte de un cambio. Hace 4 meses se empezó su restauración y, desde un tiempo más atrás, la cubrieron con una tela verde y una base metálica, para que los pocos que la observaban ya no la vieran más y así trabajar de forma tranquila en la recuperación de la belleza que esconde.

Ahora empieza a destaparse, casi todo su cuerpo esta al descubierto, aunque entre su blancura se puede ver uno que otro obrero arreglando detalles de última hora. A pesar de esto, es inevitable que la gente la mire y forme un círculo con sus labios. Hoy en día está más blanca que nunca, y es esa blancura la que la resalta entre otras edificaciones que la rodean.

En la actualidad, que luce joven y bella, nadie se imaginará que allí bautizaron a Marco Fidel Suárez y que todo lo que se conserva de su interior es de origen español. La Capilla Hatoviejo, podríamos decir, es una hija de los españoles, su decoración interior es de esas tierras, su estilo es de aquella época, un estilo colonial que se impone y que, al centrarse solo en ella, permite el viaje a otra época y que si no fuera por la contaminación, los carros y la vestimenta de la gente sería la mismo época de la Colonia.

Esto es solo la parte exterior, porque habrá que esperar a las fiestas patronales que tienen lugar en octubre, dice Ana Elvira, para poder admirar su perfección. “Vea que por fuera la llevan hermosa, linda, linda”. Este cubrimiento y destape de la capilla ha despertado la curiosidad e interés de los habitantes para visitarla y conocer su interior después de restaurado, seguro que en octubre será una visita obligada para propios y extraños.

No hay comentarios: